miércoles, 3 de octubre de 2012

28-S: El día en el que el desierto se ahogó

El refranero es sabio, dicen; y malagueños, almerienses y murcianos han tenido la desgracia de comprobar eso de que a perro flaco todo se le vuelven pulgas.

En medio de la fuerte crisis económica que padece España y que parece estar cebándose especialmente con las regiones del sur, después del fuerte terremoto que destruyó buena parte de Lorca y de los terribles fuegos de este verano, las provincias andaluzas de Málaga y Almería, así como la Región de Murcia han sufrido inundaciones que han acabado con lo poco que quedaba.

El 28 de septiembre de 2012 las fuertes lluvias, a las que estamos poco acostumbrados en el ardiente sur -excepción hecha de Granada- y la dejadez de las Administraciones en las tareas de limpieza de las ramblas que surcan nuestras provincias, provocaron que el agua demostrara lo sencillo que resulta desencadenar una tragedia en pocas horas.
Las dantescas imágenes se sucedieron aquí y allá, expandiéndose su publicación en las redes sociales mientras se inundaban pueblos y las infraestructuras crujían -en el mejor de los casos- bajo el peso del agua.

Almería y Murcia quedaron prácticamente incomunicadas al caer varios puentes y hundirse numerosas carreteras. Hasta hace poco tiempo, de hecho, no podía accederse a Lorca si no era dando un rodeo por la costa.

Y es que Almería, la provincia del sol, la provincia de cine, vivió durante unas horas su película más aterradora. De acuerdo con los datos ofrecidos por la Junta, fue Almería la provincia más castigada: allí se registró el mayor número de llamadas de emergencia y de incidencias.

Pueblos como Zurgena quedaron completamente incomunicados, y el Poniente almeriense no quedó atrás. No obstante, remitiéndome de nuevo a las informaciones del Gobierno andaluz, el Levante fue la región más afectada de todas; concretamente las localidades de Vera, Huércal-Overa, Antas y Pulpí.

En Vera, de la que tanto se ha hablado ya en este blog, ciudadanos de Las Buganvillas, Puerto Rey y Pueblo Laguna tuvieron que ser realojados cuando la rambla del río Antas no pudo contener por más tiempo la avalancha de agua que venía arrasando la provincia desde el norte. Para que se hagan una idea de la devastación de la naturaleza en Almería, fueron desalojadas 500 personas entre Málaga y Almería; 300 de ellas vivían en Vera, de acuerdo con las informaciones de El Mundo.

Al día siguiente sobraban las palabras: Puerto Rey era una enorme montaña de barro, de muros destruidos, de casas reventadas desde dentro, de vehículos volcados y arrojados al Mediterráneo, a los servicios de búsqueda terrestres tuvieron que sumarse patrulleras marítimas para encontrar a los desaparecidos. Vera amaneció incomunicada con Garrucha por la costa, y sólo podía ire desde la localidad a Mojácar, Garrucha y Turre a través de Los Gallardos, lo que supone un considerable rodeo.

Pero no todo estaba perdido. El mismo día de la tagedia, que ocurrió a plena luz del día, ya había vecinos trabajando en sus casas para limpiar los metros de barro que las cubrían, y a los que se han ido sumando voluntarios y militares, especialmente de la UME -a la que pudimos ver también en los incendios este verano y en otras catástrofes naturales-.
No todo está perdido porque los sureños somos gente acostumbrada a luchar, a no achicarnos ante ninguna situación, a levantarnos cada vez que nos caemos. No todo está perdido porque, entre lágrimas, los almerienses saben recomponerse y andar camino.


Desde este espacio quiero enviar un saludo a mis vecinos que lo han perdido todo.






*Estas imágenes han sido amablemente cedidas por Víctor Domínguez y dejan ver una idea de lo que fue aquel día.

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